El
Coro de la iglesia
Un espacio litúrgico importante en las catedrales, en los monasterios e iglesias importantes es el coro. En su función como recinto físico acoge al coro, grupo o conjunto de personas reunidas en tal espacio para el canto o rezo de la misa y de las horas canónicas. Tales celebraciones disponen de un mobiliario litúrgico propio: el facistol y la sillería coral presidida por la cátedra episcopal. A lo largo de la historia el espacio físico del coro ha ocupado diversos lugares dentro de los templos. El que nos ocupa, el coro de la iglesia parroquial de Santa María de las Virtudes de Villamartín (Cádiz), no siempre ha ocupado el mismo lugar desde su creación, el actual es el segundo de que se tiene constancia desde la fundación del pueblo. Fue obra de Miguel Cano y se fecha en el año 1804. Nuestro coro está situado en la nave central frente a la entrada por la Puerta del Perdón o de Las Campanas y en línea con las puertas laterales de los Muertos o de los Novios y la Puerta del Sol y la Luna.
Como he dicho anteriormente, uno de los mobiliarios litúrgicos propios del coro es el Facistol. Los facistoles más antiguos que se conocen corresponden al siglo XV y el motivo simbólico y ornamental que casi todos ellos presentan es un águila sobre un mundo o pedestal con las alas abiertas en las cuales se apoya el libro. Dejaron de utilizarse con la impresión de libros litúrgicos, más manejables, permitiendo la lectura individual de las partes de la liturgia de las horas.
Nuestro
coro parroquial dispone de un facistol, gran atril o atrilera; estaba en medio
del coro y equidistante entre las sillerías, de cuatro cuerpos, giratorio, para
sostener y mostrar los grandes libros cantorales, colocados en sus cuatro caras,
digo que «estaba» porque ahora está relegado en la parte trasera del coro para
dar lugar a los modernos instrumentos musicales de la parroquia. El facistol
servía para que los cantores pudieran leer en los libros cantorales colocados
en él, desde sus correspondientes sitios, las grandes páginas de pergamino en
que estaba escrito el Oficio que tenían que rezar o cantar. Estas páginas eran
pasadas con una varilla de hierro con un gancho en la punta, que hacía mover
uno de los Mozos del coro. De esos libros cantorales se conservan doce ejemplares
de buen uso. Dichos libros corales tienen tapas de cuero labrado con apliques
de bronce y auténticos pergaminos miniados, con preciosas miniaturas y letras
unciales. Están fechados y certificados por el Maestro de Coro de la Catedral
Hispalense, D. Sebastián de Villegas, en 1626.
La
traza de nuestro facistol consta de cuatro piezas: pedestal, peana, atril y
tabernáculo; todas ellas están unidas mediante un vástago interior en el que
encajan cabalmente. Los materiales aplicados para su construcción son madera de
caoba e hierro.
Comenzando
desde abajo, la primera pieza del facistol es el pedestal, basamento o
base, realizado en caoba; presenta una forma cuadrada que se repite como
pirámide escalonada hasta el vástago interior, saliendo de cada esquina
inferior una especie de soporte para darle estabilidad.
La peana
enlaza el pedestal con el atril. De su plataforma cuadrada, descansada sobre
cuatro patas labradas para reforzar la estructura, surge una configuración
rematada con un capitel; en él descansa el riel circular que permite, gracias a
rodillos, el giro completo del atril.
La
tercera pieza del facistol es el atril, donde se colocan los libros
corales. Tiene forma de pirámide truncada, que es muy frecuente en este mueble
litúrgico. Los cuatro paneles están realizados en madera de
caoba con una torre estilizada.
La
cuarta y última pieza del facistol es el tabernáculo; está
compuesto por una urna —con forma de templete cuadrangular— cubierta por una
cúpula rematada por un crucifijo que en la actualidad está dentro del
tabernáculo. La urna presenta cuatro pórticos con arcos de medio punto; su
interior es perfectamente visible a través de cuatro paneles de cristal. En las
esquinas del tabernáculo cuatro especies de columnas toscanas con basas.
El remate del facistol debería ser una sencilla talla de Jesús crucificado que corona —arquitectónica y simbólicamente— este mueble litúrgico destinado a la alabanza al Señor y cuya finalidad no es otra que la de facilitar el canto y proclamación de la Palabra de Dios, pero en nuestro caso la sencilla talla que debería culminar nuestro facistol, no se sabe por qué, está dentro del tabernáculo.
La
sillería coral de la iglesia de Santa María de las Virtudes
de Villamartín (Cádiz) consta de 23 asientos y sigue el esquema estructural
europeo asentado durante la baja Edad Media; cada escaño —encerrado entre dos
paneles laterales y coronado por un brazal— dispone de un asiento movible hacia
su respaldo, con su correspondiente misericordia o coma, pieza que permite
descansar disimuladamente, medio recostado sobre ella, cuando se debe estar de
pie, en la actualidad solamente siete asientos disponen de misericordias. El
suelo correspondiente a la sillería es de madera, y aún se conserva, para
reservarse del frío durante el invierno.
Dentro
del conjunto de la sillería coral ocupa lugar destacado, central, la sede
reservada al obispo o al abad; desde ella presidían las celebraciones
litúrgicas.
Delante de los asientos hay dos sitiales labrados, con alto respaldo en forma de atril para los cantores. Estos sitiales labrados y con tapas en forma de arca servían para que los “mozos del coro” los utilizaran en los Oficios y guardaran en sus asientos-arca la cera de las luminarias y los libros litúrgicos. Entre las sillerías laterales hay dos puertas de acceso desde las naves de los Evangelios y la de las Epístolas respectivamente. Desde hace mucho tiempo estas puertas laterales están cerradas y por la parte interior del coro se han colocado una silla común en cada una de ellas, por lo que en algunas publicaciones se dice que el aforo de la sillería es de 25 asientos.
La entrada principal del coro está dotada de una reja de hierro de forja, de barrotes trenzados, rematada en cada lado por sendos campaniles, con tres campanillas cada uno.
En
el friso de piedra que soporta todo el emplazamiento y bajo las rejas hay una
leyenda escrita en letras negras que dice: «Se hizo esta reja a costa de la
Fábrica, siendo vicario D. Juan Dávila y Cabezas y Mayordomo de la Fábrica Don
Francisco Benítez y Moreno, este año de 1804»
En
el resto de suelo del coro y a su entrada han colocado actualmente una lápida
de piedra arenisca de gran tamaño en la que reza: «Sepultura de Pedro García
Toledano y de Catalina Díaz, su mujer y de sus herederos y sucesores. Año
1570». Un libro llamado Testigo de José Manuel Álvarez Benítez, dice que el tal
Pedro García Toledano que reza en la lápida era uno de los que aparece firmando
en el Acta Capitular en que se hizo el nombramiento de Santa Ana, como patrona
de Villamartín. Eso es un error tan grande como la catedral de Sevilla, ya que
el Acta Capitular mencionada fue firmada por los Capitulares correspondientes en
el año 1598 que fue cuando Santa Ana salió elegida como patrona entre muchos
santos, entre ellos San Sebastián, y ese señor ya había muerto hacía 28 años
según reza en su sepultura. Seguramente, el firmante del Acta sería algún hijo
o pariente del Pedro García Toledano que murió en el año 1570.