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lunes, 4 de julio de 2022

Historia n.º 52

                                      FÁBRICA DE PAÑOS Y TEJIDOS EN VILLAMARTÍN

 

En el último tercio del siglo XVIII, el Estado aplicó una política de empleo que pasaba por la incorporación de la mano de obra femenina e infantil, que era además la más barata. Fuera del asunto que tratamos ahora, evidentemente, la reforma legislativa culminó en el Real Decreto de 1784 que derogaba las normas que imposibilitaban el trabajo de las mujeres en las manufacturas. Aparentemente dicha ley, que en realidad había sido anticipada por otra de menor amplitud en 1779, concedió plena libertad al empleo de trabajadoras en las industrias, abriendo la entrada a una amplia integración de las mujeres en el mercado laboral; pero, en última instancia, su cumplimiento dependía de la voluntad de las autoridades locales.

            De la Historia de Grazalema hemos sacado los siguientes párrafos entrecomillados en español para encajar nuestra nueva Historia. Historia que la situamos en el mes de marzo de 1791.

            «Durante el siglo XVIII y la primera parte del XIX, Grazalema fue un pueblo importante de la provincia de Cádiz debido principalmente a sus productos de lana. En 1850 había unos 9000 habitantes en el pueblo que, debido a su actividad comercial y administrativa, era conocido como “Cádiz El Chico”.

            A pesar de su situación en la sierra, a unos 900 metros sobre el nivel del mar, Grazalema no era un pueblo aislado que languidecía a la sombra de la cumbre de San Cristóbal. A parte del floreciente comercio de la lana, era el centro judicial y administrativo de la comarca que comprendía Benaocaz, Ubrique, Villaluenga, El Bosque y Benamahoma donde vivían unos 20000 habitantes.

            Blasco Ibáñez, Pérez Clotet y los hermanos José y Jesús de las Cuevas hicieron múltiples referencias a las mantas y capas de Grazalema, y Romero de Torres cuenta cómo antes del incendio que destruyó el archivo municipal, éste había contenido el Real Decreto por medio del cual Felipe V había otorgado privilegios a los que fabricaban textiles y productos de lana. “Por ello se puede apreciar”, escribía el autor, “la grandísima importancia que tuvo este pueblo desde tiempos antiguos como centro eminentemente fabril hasta hace algunos años en que, por desgracia, ha decaído de tal modo esta industria que apenas quedan dos o tres fábricas que sigan tejiendo los renombrados paños y mantas de Grazalema”.

            Se utilizaban treinta mil arrobas de lana en la fabricación de estos textiles. Había diversas industrias auxiliares, tales como el lavado, tinte y abatanado de la lana y unas 4000 personas trabajaban en la industria. A veces las fábricas prestaban dinero y materia prima a los trabajadores que, en general, trabajaban en su casa junto con los demás miembros de la familia. En otros casos los vecinos compraban la lana por su cuenta y la llevaban a la fábrica a hilar. La gente tenía sus telares en casa y la familia entera estaba involucrada en el diseño y tejido de los textiles y las mantas que después llevaban a la fábrica a abatanar y cardar. Luego vendían las mantas a título individual a los comerciantes de los pueblos y aldeas de la comarca, a exportadores u otros intermediarios. En algunas ocasiones usaban las mantas como moneda de cambio para saldar sus deudas. Así funcionaba, resumidamente, la artesanía textil de la localidad.

            Se dice que Grazalema es el pueblo más lluvioso de España y a esta circunstancia se debe el secreto de sus lanas que son más limpias y mejor lavadas que la lana de otras zonas.

            La industria de la lana en España, que antaño exportaba prendas de lana a países sofisticados en cuanto al sentido de la moda, entró en un declive muy lamentable y la estocada final la dieron los gobiernos sucesivos al adoptar políticas de libre comercio.

            Como consecuencia de este declive fue imposible desarrollar la industria de peinado de lana en España. Por consiguiente, la lana fue comercializada mayormente como materia prima y el peso se convirtió en el factor más importante, lo cual incidió negativamente sobre la calidad de la lana. Este declive general de la industria y el cambio en la manera de evaluar la calidad de la materia prima afectó la cabaña nacional que en su día había producido la mejor lana del mundo. Afortunadamente la raza merina como tal no sufrió ya que hoy día España produce productos de lana de la misma alta calidad de antaño.

            Los pastores dejaron de prestarle atención al brillo y la limpieza de la lana, concentrándose sobre el peso que aumentaban llevando los rebaños por caminos de tierra e incluso se esforzaban en mantener sucios los rediles para que la lana se impregnase de tierra y polvo. En los casos más extremos la lana, una vez peinada, rendía tan sólo el 35% del peso comprado.

            Sólo la lluvia de Grazalema evitó los casos de abusos más extremos, ya que los rebaños se lavaban de forma “natural” justo antes del esquileo. En Grazalema un vellón rendía (y sigue rindiendo) el 50% de lana».

            Pues bien, como apuntábamos al principio de esta Historia, el día 18 de marzo de 1791 llegaba al Cabildo de la Villa un oficio con fecha de 14 del mismo mes que dirigía al Ayuntamiento el Sr. D. José de Eguiluz, Corregidor de la ciudad de Jerez de la Frontera, en el que pedía se le dijera qué Fábricas se podían establecer en el pueblo para el mayor servicio del Rey del Estado, con expresión de los auxilios que para ello fuesen necesarios, y en que se ocupasen las personas que por falta de destino se entregaban a la ociosidad de que era consecuente el contrabando. Enterado el Ayuntamiento acordó de conformidad que se cumpliera como en el oficio se mandaba. Y que para el fin que se expresaba en el establecimiento en el pueblo de una Fábrica de paños y demás tejidos de lana, pero que para evacuar el informe que se pedía se tomaran las noticias más conducentes, así en orden hasta que nos proporcione para la formación de batanes y demás oficinas necesarias, como para los auxilios y cantidades necesarias, cuyos puntos exigían instrucción, conocimiento y amor patriótico; y concurriendo estas circunstancias en el vecino de la Villa D. Bernardo de los Ríos, también se acordó de conformidad nombrarle y se le nombró, para que tomando las noticias y demás convenientes, las extractara, proponiendo los medios que para uno y otro fin se apetecieran en clase de comisionado del Ayuntamiento, quien en vista de todo evacuaría el informe. Y así lo acordaron.

            Tal como acordaron el día 18 de marzo, D. Bernardo de los Ríos presentó su plan sobre el establecimiento de una Fábrica de Paños y Tejidos para la Villa, el cual lo aprobó el Ayuntamiento y acordaron de conformidad que con carta escrita se remitiera al Sr. Corregidor de la ciudad de Jerez de la Frontera suplicándole se sirviera de protegerlo para su consecución, informando a la Corte como conducente para ello; y así lo acordaron.

            En la calle San Sebastián n.º 22 (hoy calle El Santo n.º 35) vivía como propietario de la casa D. Bernardo de los Ríos. Este nació en el año 1754 en Grazalema, viudo, tenía condición de Noble, abogado de profesión. Llegó a Villamartín con 19 años en el año 1773. Vivía en la casa con sus hijos D. Juan Mª de los Ríos Buzom (1782), presbítero; Dña. María Bernarda de los Ríos Buzom (1790), soltera; y D. Gabriel de los Ríos Buzom (1803), soltero. Vivía también en la casa una hermana de D. Bernardo, Dña. Josefa de los Ríos (1764) y viuda.

            Del plan de D. Bernardo de los Ríos para establecer en Villamartín una Fábrica de Paños y Tejidos no se volvió a saber nunca más, por más veces que he repasado las actas capitulares y otras fuentes consultadas, pero la Historia nos dice que en Grazalema sí se estableció una Fábrica de Paños y Tejidos, posiblemente la que estaba destinada para Villamartín, y es que los apellidos deberían tirar mucho para casa en aquellos tiempos.