El
Coro de la iglesia
(Continuación)
En la
Historia número 59 de este blog dimos a conocer algunas noticias del Coro
cantoral, como espacio físico, de la iglesia de Santa María de las Virtudes de
Villamartín (Cádiz).
Ahora
ampliaremos dichas noticias con algunos detalles que pocos conocen.
El
terremoto de Lisboa del año 1755 afectó considerablemente a muchas iglesias
parroquiales de la archidiócesis sevillana, así que el arzobispado acometió las
obras necesarias para reconstruir los templos afectados por dicho terremoto. A
nuestra localidad mandaron a Fernando Rosales y Ramos, maestro mayor de obras
de la Iglesia desde 1784. Su nombre lo relacionamos siempre con Antonio
Figueroa y José Álvarez, con los que coincidió en el cargo, como representantes
de la «escuela de arquitectos tardobarrocos sevillanos».
Por otro
lado, desde el año 1780 hasta 1816 encontramos viviendo en la calle San
Sebastián a D. Juan Dávila y Cabezas como Vicario de la iglesia de Santa María
de la Virtudes de Villamartín y al mayordomo de la fábrica D. Francisco Benítez
y Moreno.
Antes de acabar el siglo XVIII se ideó, entre los tres citados anteriormente, la creación de un cerramiento para el coro y un trascoro al final de la nave central del templo, que se levantaría de ladrillos. Esto lo sabemos por un informe emitido por Fernando Rosales y Ramos, maestro mayor de albañilería del Arzobispado, en mayo de 1796. En él se lee que «aún faltaban por ejecutarse las “paredillas” del coro». Un año más tarde, el maestro Rosales emitió otro informe donde decía que, aunque las “paredillas” no se habían llegado a construir, considera concluida la obra del coro. Aquí debemos entender que dio por buena la sustitución de las proyectadas citaras por la envoltura de madera que aún subsiste.
Perece
ser que los recursos económicos de la fábrica de la parroquia, administrados
por el vicario D. Juan Dávila y Cabezas y su mayordomo D. Francisco Benítez y
Moreno, daban para hacer encima de una plataforma el cerramiento del coro en
madera noble y artísticamente labrada sin contar con el maestro de albañilería
del arzobispado de Sevilla.
El coro
en madera noble se montó encima del un emplazamiento de 40 metros cuadrados y a
una altura sobre el suelo de la iglesia de 40 centímetros en el sitio indicado
en la historia número 59.
Ya
entrado el siglo XIX, decidieron cerrar el coro cantoral por delante con rejas
de forja y en el friso de piedra que
soporta todo el emplazamiento y bajo las rejas hicieron escribir en letras
negras: «Se hizo esta reja a costa de la Fábrica, siendo vicario D. Juan Dávila
y Cabezas y Mayordomo de la Fábrica Don Francisco Benítez y Moreno, este año de
1804».
El profesor Pablo J. Pomar Rodil de la
Universidad de Cádiz decía que estas envolturas corales de madera transitaban
entre la sencillez del de la iglesia mayor de Llerena (Badajoz) y el más
desarrollado y arquitectónico de la catedral de Orihuela (Alicante). Pero desde
entonces hasta hoy día ha llovido un poco, en el coro cantoral de Villamartín[JAM1] ; me
refiero al deterioro que ha sufrido desde entonces y a las ausencias
involuntarias de elementos ornamentales: el suelo correspondiente a la sillería
es de madera, y aún se conserva, para reservarse del frío durante el invierno,
pero necesita una reforma urgente antes que alguien introduzca su zapato entre
las tablas; de los 23 asiento, solo 7 conservan su misericordia, es de esperar
que alguien las devuelva algún día; el único adorno original que corona los
asientos es el reservado al abad u obispo, el resto son trozos de adornos de
algún retablo desechado y colocados ahí, con muy mal gusto, para que no se eche
en falta el original. El resto del encerramiento está aceptable, teniendo en
cuenta el tiempo que tiene.