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martes, 26 de diciembre de 2023

Historia nº. 70


                                             ¿El Paseo de la Alameda?

 

De la composición del paseo de la Alameda no vamos a hablar en esta historia, porque ya lo hicimos en otra de este blog con el nombre de «Alameda sin álamos».

         Son muchos los niños que diariamente han disfrutado de este recinto al aire libre después de las labores escolares, incluidos los sábados y domingos. Así mismo, las persona adultas y ancianos lo han disfrutado para tomar el sol en invierno y otoño, y fresco en primavera y verano.

         Cuando se construyó el Colegio Libre Adoptado de Enseñanza Media de Grado Elemental «Menéndez Pelayo», el Paseo de la Alameda de Miguel Primo de Rivera fue remodelado para que sirviera de recreo a los alumnos del Colegio. Los Capitulares acordaron autorizar al Sr. alcalde-presidente para que realizara urgentemente las obras y por administración directa.

         Hoy día la calle que desemboca en el aludido paseo se denomina calle El Santo, y la Alameda es renombrada como Alameda de la Diputación. Ambos cambios por acuerdo del Ayuntamiento desde el 30 de noviembre de 1989.

         Este sitio de Villamartín seguirá llamándose «Alameda» porque siempre así se le ha llamado desde su construcción, pero, tendríamos que cambiar el rótulo del paseo por otro que reflejara mejor a los naranjos que están plantados desde la remodelación que se hizo en su momento.

         El reloj del antiguo instituto que en el año 1962 se incorporó a los objetos permanentes del Paseo, contempló desde su altura las nuevas obras en él, sabe que su aljibe sigue donde estaba, su alberca ya desapareció y sigue esperando, ya viejo, un poco de grasa en sus articulaciones para despertar de su letargo forzoso que quedó anclado en las 5:30 horas, para seguir acompañando a los vecinos en su nuevo paseo. Con la mencionada remodelación se le engrasó y se le trasplantaron la cara y nuevas manos. Como su mantenedor no ha sido constante otra vez ha entrado en letargo forzoso y se ha quedado anclado en las 10:12 horas. Hace poco le susurraron al oído el nuevo nombre que popularmente le habían puesto al paseo: «el nuevo cementerio». Y, ¡claro! Por eso decía que ya no veía a niños jugar ni personas pasear por su paseo.

         A este paseo ya no van niños ni personas. A los únicos que se les ven de vez en cuando entrar y salir son a gatos y algunos perros perdidos y a las personas que trabajan en el edificio del antiguo Instituto. Ya sólo hay una entrada y a partir de la 15:00 horas cerrado, incluido los sábados y domingo y fiestas de guardar, como dicen en Villamartín.

         El lugar se ha quedado ya algo fúnebre desde un tiempo a hoy, ahora hay que sumarle como objeto permanente del Paseo la colocación en uno de sus extremos (la esquina más cercana a la calle Barcelona) un monolito con los nombres de los caídos en la guerra civil. Eso le hace el juego al sobrenombre que le han puesto al sitio.

         Una vez construido el edificio para el Colegio Libre Adoptado de Enseñanza Media de Grado Elemental «Menéndez Pelayo» en el Paseo de la Alameda con dinero de la gente de Villamartín, la Alameda disponía de unas vistas inmejorables. Vistas que hoy no tiene, como dice el reloj, gracias al uso que las distintas corporaciones municipales locales han hecho del edificio desde su creación; unas, por querer ser más que otras; y, otras, por no hacer nada. Lo cierto es que el paseo se quedó sin vistas por las ampliaciones laterales en altura del edificio citado, y el edificio se destinó a otra cosa distinta a su fin. Como muestra lean lo que se dijo en un pleno municipal el día: «6 de julio de 1962 donde el Sr. Alcalde manifestó que la Comisión Especial para la construcción del Local para el Colegio de Enseñanza Media de Grado Elemental de esta Villa, por acuerdo adoptado el día 27 de junio pasado, había hecho entrega a este Ayuntamiento del edificio que ha construido con dicho fin, que está situado en la parte frontal del Paseo llamado Miguel Primo de Rivera de esta Villa, ubicado en solar de propiedad municipal, con la única condición de destinarlo al fin para qué ha sido construido con la colaboración económica del vecindario, en suscripción voluntaria, pudiendo en el futuro ser ampliado o reformado por la Corporación Municipal, pero respetando siempre el destino de dedicarlo a actividades docentes de Enseñanza Media; que el edificio, con las obras e instalaciones complementarias hechas por este Ayuntamiento como la pintura interior y exterior, instalación de un reloj en la fachada, alumbrado eléctrico mobiliario, etc., está actualmente dispuesto para su funcionamiento y por lo tanto procede adoptar los acuerdos necesarios, para su organización interna, con vista a su puesta en funcionamiento para el próximo Curso Académico 1962-63, sometiéndolo a la consideración del Ayuntamiento Pleno…»

         Desde 1975 la mayoría de los alcaldes locales han tenido que ver de alguna manera con la enseñanza, así que no se comprende cómo se ignoró un pleno y sus resoluciones como el del día 6 de julio de 1962.

         Lugares para ofrecer había y los hay. Que hacen esos dos silos que tenemos sin reutilizarse…

         A la juventud actual es posible que este sitio de Villamartín no le llame mucho la atención, pero a los usuarios ya adultos desde siempre de este lugar, que no le pregunten por la Alameda porque la respuesta puede ser la misma que el título de esta historia.

         Como la esperanza es lo último que se pierde, esperemos ver la Alameda con sus vistas propias y una nueva solución al Paseo de la Alameda.

 

martes, 21 de noviembre de 2023

Historia n.º 68

 

Los Garrido Romero de Villamartín

Jerónimo Armario Medina

Autor de

Vías Pecuarias de Villamartín (Cañadas, caminos y carreteras)

Historia de las Calles, Plazas y Paseos de la Villa de Villamartín

52 historias de la Villa de Villamartín

 

Si la Virgen de las Montañas quiso ser conocida por los pueblos comarcanos a Villamartín fue porque muchas historias de los hijos de estos pueblos convergen o pasan por este lugar. Por eso, la historia de este año tiene como origen el pueblo de Ubrique y el de Bornos.

En primer lugar, tenemos a Francisco Romero, nacido en el año 1788 en Ubrique. A los 24 años y soltero se afincó en Villamartín en el año 1812 para encontrar un mejor nivel de vida a su futuro como cerrajero. Se casó con una joven villamartinense de 16 años llamada Josefa Gil, nacida en el año 1797. Se establecieron en la calle Veracruz (hoy San Francisco) número 44. De dicho matrimonio salieron los siguientes hijos: Juan (1815), Ana (1819), Francisca Romero Gil (1823) y Joaquín (1823); todos nacidos en Villamartín.

En segundo lugar, hacia el año 1845 procedente de Espera fue trasladado a Villamartín un Maestro de Instrucción Primaria con título expedido por el Ministerio de la Gobernación de la Península en el mes de octubre de 1843, y con ascendientes espereños (José Garrido y María Jesús Garrido) llamado don Pedro Garrido y Garrido, nacido en Bornos en el año 1810. Estuvo trabajando en las escuelas situadas en el exconvento de San Francisco en la calle Veracruz, citada anteriormente, allí tenía casa. Se casó con la joven Francisca Romero Gil, nacida en Villamartín en el año 1823, de la cual hemos hablado con anterioridad. Estuvieron viviendo en Villamartín hasta 1852, durante este tiempo nacieron María de Jesús (1846), Pedro Garrido Romero (1848) y María Josefa (1852). Después de esta última fecha parece ser que se trasladaron al pueblo de El Bosque donde nacieron dos hijos más, Segundo (1856) y Magdalena (1858). En el año 1859 volvieron a Villamartín donde tuvieron a su hija Tránsito (1859); en los años 1865 y 1866 lo vemos como maestro en escuelas de la provincia de Sevilla, Villanueva del Río y Mairena del Aljarafe respectivamente, posteriormente se establecieron definitivamente en Sevilla capital. Se empadronaron en la citada ciudad el año 1875, en el cual aparecen Francisca (1870) y Concepción (1873) con 5 y 2 años respectivamente. Vivieron en diferentes calles: Plaza de Doña Elvira, 6; El Retiro, 3; Herbolarios, 9… Pedro Garrido y Garrido falleció en el día 5 de julio del año 1879 en Sevilla a los 69 años de edad.

De su primera etapa en Villamartín nacieron, como sabemos, María de Jesús, Pedro y María Josefa:

El más conocido de los tres es Pedro Garrido Romero, militar en Cuba, condecorado con la Laureada de San Fernando. Para saber más de él se puede leer la historia nº 36 del libro «52 historias de la Villa de Villamartín». Añadimos aquí a su historia contada en el libro citado anteriormente algunas noticias periodísticas de la época, que tienen como protagonista a Pedro Garrido, y algunos textos escritos en su libreta personal de anotaciones que él mismo escribió de su puño y letra titulado «Pedro Garrido y Romero 1877.»: 

EL TRIUNFO. Diario liberal autonomista. Santiago de Cuba, miércoles 13 de marzo de 1889. Serie de artículos de denuncia; en uno de ellos se da cuenta del oscuro enriquecimiento y promoción militar de Pedro Garrido Romero y sus actividades políticas ilícitas.

EL LIBERAL. Madrid, sábado 1 de agosto de 1896. C/ Turco 7.

      ARTÍCULO: “Las cruces laureadas de San Fernando. D. Pedro Garrido Romero”.

EL TRIUNFO. Diario liberal autonomista. Santiago de Cuba, sábado 23 de marzo de 1889. ARTÍCULO: “Lo de Reinieri”.

       Narración de los antecedentes y desarrollo del atentado contra el Sr. Reinieri, por Pedro Garrido.

        De su cuaderno de anotaciones, narraremos los nacimientos de sus once hijos que Pedro garrido los anotaba así:

         «Nació mi hija Matilde el día cinco de septiembre de 1878 a la una menos cuarto de la madrugada, se le puso de nombre Matilde Francisca Ana, fueron sus padrinos D. Enrique Lescaille y Dña. Enriqueta, su hija. Pedro Garrido.

         Nació mi hijo Pedro el día 25 de junio de 1880, a las cinco de la mañana, se le puso por nombre Pedro Enrique Guillermo, siendo sus padrinos mis hermanos Segundo y Magdalena en representación de Magallón y su Sra. Pedro Garrido.

         Guantánamo 3 de julio de 1882. En este día nació a las 3 y ¾ de la mañana mi hijo Manuel llevando por nombre Manuel Francisco Irineo, padrinos D. Enrique E. Lescaille y Chivás y mi madre Dña. Francisca Romero viuda de Garrido. Pedro Garrido.

         Guantánamo 18 de febrero de 1884. A las 6 y ½ de la mañana de este día nació mi hija Francisca Eladia, siendo sus padrinos los mismos que bautizaron a Manuel mi anterior hijo. Pedro Garrido y Romero.

         Guantánamo 27 de abril de 1885. En este día nació mi hija Enriqueta a las dos de la tarde. Sus padrinos D. Enrique E. Lescaille Chivás y su hermana Enriqueta viuda de Vázquez. Pedro Garrido y Romero.

         Guantánamo 7 de octubre de 1887. En este día nació mi hijo Bernardo Enrique del Carmen a las 8 de la mañana. Sus padrinos D. Enrique Lescaille Lamier y Dña. Carmen Grimany de Lescaille. Inscrito en el R. C. el 21 de octubre de 1887. Pedro Garrido y Romero.

         La Cubana Guantánamo 24 de mayo de 1889. A las tres de la madrugada de este día nació mi hija María Josefa. Sus padrinos mi hermana María Josefa y su esposo D. Francisco Navarro y en representación de ellos, D. Enrique E. Lescaille y Chivás y su esposa Dña. Carmen Grimany de Lescaille. Inscrita en el Registro Civil de Yatera. Pedro Garrido y Romero.

         La Cubana 19 de marzo de 1892. A las tres y media de la madrugada de hoy nació mi hijo Fernando José Eduardo. Sus padrinos al bautizarlo fueron el General Canella y mi hermana Magdalena. Inscrito en el Juzgado municipal de Yateras en Jamaica. Pedro Garrido y Romero.

         La Cubana 19 de octubre de 1892. A las 8 de la mañana de ayer falleció mi hija María Josefa, asfixiada por consecuencia de lesión adquirida cuando se salvó de la difteria. Ha sido enterrada a la misma hora de hoy en el cementerio del cafetal “Los Naranjos” de la Sucesión Chivás, a la izquierda de la sepultura de Dña. Teresina Chivás y dentro del recinto o panteón de la misma. Los restos de mi hija han sido sepultados en doble caja; una interior de cinc soldada y la exterior de madera en cuyo frontal y en la parte de la cubierta lleva una plancha de metal blanco con alegorías estampadas y la inscripción siguiente: ¡A nuestra Hijita! Pedro Garrido y Romero.

         La Cubana 26 de febrero de 1894. A las cinco y media de la tarde de este día nació mi hijo Enrique Eduardo. Pedro Garrido. Inscrito en el Registro Civil del Juzgado Municipal de Yateras el 1º de marzo del mismo año. Padrinos el Coronel D. Enrique Segura y Dña. Concepción Rodulfo de Rivero. P.G.R.

         Guantánamo 28 de diciembre de 1895. En este día y a las dos de la mañana nació mi hijo José Segundo Francisco. La fecha verdad del nacimiento fue el 8 de noviembre de 1895 y la de la inscripción la que arriba (al principio) se cita. P.G.R.

         Guantánamo 6 de noviembre de 1897. En este día nació, a las 2 y 40 de la madrugada, mi hijo Ángel Leonardo Severo. (sin firma de Pedro)».

Pedro Garrido y Romero falleció como consecuencia de la fiebre amarilla en Palmar (Cuba) el día 9 de febrero de 1898, siendo enterrado en un panteón que le ofreció la población de Guantánamo. El pueblo de Villamartín representado en su Ayuntamiento tiene una deuda con los deseos de su hijo predilecto, el de dormir el sueño eterno junto a su idolatrada madre.

María Josefa Garrido Romero nació en Villamartín en el año 1852, a los 22 años se casa con un sevillano llamado Francisco Navarro Fernández nacido en el año 1845 y tras varios años de estancia en Cuba se establecen en Sevilla. Este matrimonio tuvo seis hijos, que en el empadronamiento de 1900 realizado por la familia en la parroquia de San Bartolomé aparecen los siguientes hijos: Salud (1874), Ángeles (1876), Concepción (1878), Josefa (1881), Francisca (1885) y Francisco (1887).

María Jesús Garrido Romero es la mayor de todos los hijos de la familia Garrido Romero. Nació en Villamartín en el año 1847 y recién cumplido los 28 años de soltería se traslada a Sevilla junto con toda la familia, según consta en el acta de empadronamiento de la ciudad de Sevilla del año 1875. Allí se casó con Inocencio Ladislao Expósito nacido en Sevilla en el año 1851, militar de infantería del regimiento de la Reina núm. 2 (luego María Cristina) que recibió la Cruz de 2ª clase Laureada (Real orden de 22 de junio de 1877) por la defensa que hizo del poblado de Minas en Cuba en que solo defendió un fortín, después de muertos y heridos los demás del destacamento, el 25 de agosto de 1876. Una vez concedida la Laureada pasó a la escala de reserva con el grado de Teniente de Voluntarios con destino en el destacamento Osuna núm. 66 en la población de Écija (Sevilla), creado el 29 de agosto de 1893. Junto con María Jesús Garrido Romero tuvieron una hija llamada Luisa Ladislao Garrido. Inocencio, ya retirado del ejército, junto con su esposa María Jesús se establecieron en Villamartín en el año 1905, viviendo en la calle Álvarez Troya núm. 96. Inocencio falleció en Sevilla en el año 1933, de María Jesús no tenemos noticias de su fallecimiento. La historia de María de Jesús Garrido Romero no acabó aquí. Recordamos que cuando la familia se trasladó a Sevilla llevaban consigo, y mejor que llevar ya estaba, una bebé de 9 meses llamada Consolación Gertrudis Garrido Romero; ésta era hija de María de Jesús y de una persona muy importante y conocida nacida en Villamartín, cuyo nombre me reservo, al cual me imagino que no quisieron forzar a casarse con ella. Ante esta situación, es muy probable que Pedro Garrido, su esposa Francisca Gil y su hija María Jesús acordaran instalarla en Sevilla en casa de un familiar, pariente o conocido hasta que diera luz; mientras tanto, Pedro Garrido y su esposa irían pidiendo y preparando el traslado de toda la familia a Sevilla, suceso que ocurrió en el año 1875, evitando así el bochorno y el cuchicheo de los vecinos del pueblo donde vivían a una familia bastante conocida y apreciada por todos dada su profesión. Continuando con esta historia, sabemos que Consolación Gertrudis casó con Prudencio Arenas Torralba; una hija de ambos llamada Ángela Arenas Garrido casó con Vicente González Muñoz; producto de este último matrimonio es Consolación González Arenas que casó con el ya fallecido Jesús Ruiz Gallardo; el último eslabón de esta cadena es Francisco Ruiz González que sin su ayuda no hubiera salida a la luz la historia de María de Jesús Garrido Romero. Me comentaba Paco Ruiz en un correo que en su familia se contaba que cuando venía el Rey a Sevilla, Inocencio Ladislao y Pedro Garrido, se ponían la Cruz Laureada de San Fernando y lo iban a esperar a la estación del tren. El Rey, como manda el protocolo, al ver la Cruz Laureada, los saludaba militarmente.

De su segunda etapa en El Bosque nacieron, como sabemos, Segundo (1856) y Magdalena (1858) y en Villamartín Tránsito. 

Segundo Garrido Romero es el segundo varón y cuarto de la familia. Nació en el Bosque (Cádiz) en el año 1856. Con 19 años se alistó como soldado voluntario en el ejército de Movilizados de Ultramar con fecha de 10 de febrero de 1875. El 19 de marzo de este último año llegó a la Habana a bordo del vapor Comillas. Cuando terminó su período de instrucción lo destinaron al Batallón del Regimiento de Infantería de Nápoles, entrando en campaña ese mismo año demostrando su bravura deteniendo con ella al ejército independentista; por este hecho, en julio de 1876, lo declararon «Benemérito de la Patria». Por decisión propia solicitó el pase a la Guardia Civil, ingresando en la Comandancia de Sagua la Grande el día 15 de octubre de 1876. Sobre el año 1878 tuvo que volver a España por motivos de salud donde se licenció. Tras las posibles llamadas de su hermano Pedro, regresó de nuevo a Cuba y en 1870 ya participaba en combates. El 27 de septiembre de 1879 fue ascendido a Alférez, siendo destinado a las famosas Escuadras de Santa Catalina de Guaso, formadas por soldados muy aguerridos. En mayo de 1880 asciende de nuevo al grado de Teniente. Los años siguientes transcurren por los Altos de Germán, Las Lajas y Ulloa, Arroyo Hondo… En 1895 se encontraba en Jobito con su hermano Pedro; en aquella victoria, su hermano Pedro se hizo acreedor de la Laureada de San Fernando y él fue recompensado con la Cruz Roja de 1ª Clase del Mérito Militar y con el ascenso a Capitán. Posteriormente y a causa de otras victorias le fueron concedidas dos veces la Cruz Roja del Mérito Militar, pensionadas. Tras los méritos contraídos en las acciones llevadas a cobo en Boquerón y Diamante asciende a la categoría de Comandante de Voluntarios en octubre de 1897. Desgraciadamente Cuba se perdió, dejando de pertenecer a España en el mes de julio de 1898. Segundo Garrido Romero embarca el 3 de septiembre en el vapor «San Ignacio de Loyola» hacia la península y con dos meses de permiso se instala en Sevilla. Por Real Orden de 13 de noviembre de 1899 se le concede otra Cruz del Mérito Militar con distintivo Rojo, pensionada. Cuba tiraba mucho, así que Segundo Garrido Romero volvió a Yateras con su esposa Teresa Rigal García que era natural de El Cobre de la provincia de Santiago de Cuba y con sus hijos Segundo nacido en Guantánamo en el año 1882, Teresa, Francisca, Maleta, María, José Guillermo nacido también en Guantánamo provincia de Oriente el 10 de febrero de 1896 y Pedro. Ya viudo, el día 17 de julio de 1905 le tocó, como buen civil y militar, dar cuenta al Todopoderoso de su vida terrenal dando igual los motivos que causaron tal acto, dándosele sepultura en Jaguey, según consta en su acta de defunción. Uno de sus nietos es el famoso ornitólogo Orlando Garrido Calleja autor de varios libros sobre las aves del Caribe, amén de tenista famoso teniendo en su haber 43 torneos internacionales y 44 nacionales; jugando seis años en Wimbledon, diez en la Copa Davis, uno en el Open de Estados Unidos y dos en el Conde de Godó.

         Magdalena Garrido Romero nació en Villamartín en el año 1858. Cuando se traslada a Sevilla con la familia tenía 17 años y estaba soltera. En el año 1880 se localiza su presencia en Cuba hasta 1892. No disponemos información de su estancia en Sevilla.

         Tránsito Garrido Romero nació en Villamartín en el año 1859, con 13 años y soltera llega a Sevilla con la familia según se desprende del empadronamiento de esta ciudad en el año 1875. Se casó con D. Gerardo Gil Astudillo natural de Villamartín y nacido en el año 1845. Vivían en la calle Veracruz, 46 (hoy San Francisco). De este matrimonio nació Ana María Gil Garrido nacida en el año 1886 en Villamartín. La última vez que se vio a esta familia en los registros de la localidad fue en el año 1895, que vivía Tránsito Garrido Romero sola en la casa.

De su tercera etapa en Sevilla, nacieron Francisca (1870) y Concepción (1873).

         Francisca Garrido Romero nació en Sevilla en el año 1870. Se casó recién cumplido los 22 años con D. Rafael Víctor Melchor de la Santísima trinidad Domínguez y Carnier, nacido en el año 1867 en Sevilla, de profesión empleado. De este matrimonio se conocen dos hijos: Carmen Domínguez Garrido nacida en 1892 y Rafael Domínguez Garrido nacido en el año 1894.

         Concepción Garrido Romero nació en Sevilla en el año 1873 y es la última de la familia Garrido Romero. Se carece de información sobre ella.

         Encontrar un pariente actual en Villamartín de la familia Romero Garrido es casi imposible por dos razones: una, porque los descendientes de Pedro y Segundo, que son los que portan el apellido Garrido en primer lugar, volvieron con ellos a Cuba e hicieron sus vidas allí, quedando el apellido «Garrido» en América; y dos, porque el apellido «Garrido» de sus hermanas, que quedaron en España, y que portan sus hijos en segundo lugar, desaparece en dos generaciones, y a la hora de investigar se diluye el apellido porque tanto Garrido como Romero son dos apellidos muy comunes en Villamartín. A no ser que alguien manifieste ser familiar aportando datos de la familia.

        

Fuentes consultadas:

     Archivos Históricos Municipales de Villamartín (Cádiz)

     Archivo General Militar (Segovia)

     Argentina, National Census, 1869 (Buenos Aires, Distrito Federal)

     Sevilla, Rectificación del empadronamiento de 1898. Parroquia del Sagrario.

     Revista de la Real Academia Hispano-Americana de Ciencias y Artes de Cádiz.  1916. Nº 25.

     Anuario Militar de España, 1899, 1932, 1933, 1934.

 

 

 

martes, 5 de septiembre de 2023

Historia n.º 66

 El secreto de la Vera Cruz

 

La historia que se va a narrar no es real sino ficticia, pero he querido que se desarrolle integramente en nuestro pueblo, en una calle determinada de él y sobre todo en una de las iglesias más antiguas. Aunque sea ficción aparecen datos, sitios y lugares reales de nuestro Villamartín. La historia está dividida en capítulos, más o menos breves. Y, si quieres saber cuál es El Secreto de la Vera Cruz, sigues leyendo y lo encontrarás…

 Capítulo I

              La noche era oscura y fría. Un joven llamado Luis caminaba por las calles de Villamartín, buscando un lugar donde pasar la noche. Había llegado al pueblo hace unas horas, huyendo de su pasado. No tenía familia, ni amigos, ni dinero. Solo tenía una mochila con algunas pertenencias y un libro antiguo que había encontrado en una biblioteca abandonada.

         El libro era un misterio para él. Estaba escrito en un idioma que no reconocía, pero que le resultaba familiar. Tenía dibujos de símbolos extraños y mapas de lugares desconocidos. En la portada, había una inscripción que decía: "El secreto de la Vera Cruz".

Cristo de la Vera Cruz

          Luis sentía una extraña atracción por el libro. Le parecía que guardaba algún secreto importante, algo que podía cambiar su vida. Por eso, lo había robado de la biblioteca y se había marchado del lugar donde vivía. Quería averiguar el significado del libro, aunque no sabía cómo.

             Mientras caminaba, vio una iglesia iluminada por la luna. Era la iglesia de San Francisco, una de las más antiguas del pueblo. Luis recordó haber leído algo sobre ella en el libro. Según el libro, la iglesia había sido construida sobre una ermita dedicada a la Santa Veracruz, y en su interior se guardaba una reliquia muy valiosa: un trozo de la cruz donde murió Jesucristo.

          Luis sintió una curiosidad irresistible. ¿Sería cierto lo que decía el libro? ¿Qué pasaría si encontrara la reliquia? ¿Qué poder tendría? Decidió entrar en la iglesia y averiguarlo.

        Empujó la puerta con cuidado y entró en el templo. Estaba vacío y silencioso. Solo se oía el eco de sus pasos sobre el suelo de piedra. Luis se dirigió hacia el altar mayor, donde se encontraba el retablo neoclásico donado por el rey Fernando VII. En el centro del retablo, había una imagen de Cristo crucificado, tallada en madera en el siglo XVI. Era el Cristo de la Veracruz, el titular de la primitiva ermita.

          Luis se acercó al Cristo y lo observó con atención. Era una obra de arte impresionante, llena de realismo y expresión. El rostro del Cristo reflejaba el dolor y la paz de quien ha cumplido su misión. Las manos y los pies estaban atravesados por clavos de metal. El cuerpo estaba cubierto por un paño blanco.

         Luis se fijó en un detalle que le llamó la atención. El paño blanco tenía bordado un símbolo que coincidía con uno de los dibujos del libro. Era una cruz con cuatro brazos iguales, terminados en tres puntas cada uno. Era el símbolo de la Vera Cruz.

          Luis sintió un escalofrío. ¿Sería posible que el libro tuviera razón? ¿Sería posible que el paño blanco ocultara un fragmento de la verdadera cruz? Luis no pudo resistir la tentación. Con un movimiento rápido, levantó el paño y miró debajo.

             Lo que vio le dejó sin aliento.

             Debajo del paño, no había nada.

             El Cristo estaba hueco.

             Y dentro del hueco, había algo que Luis nunca hubiera imaginado.

             Había un portal.

             Un portal a otro mundo.

 Capítulo II

          Luis no podía creer lo que veía. Del hueco del Cristo salía una luz cegadora, que se proyectaba sobre la pared de la iglesia. La luz formaba un círculo, como una puerta. Y a través de la puerta, Luis podía ver otro lugar.

          Era un lugar muy diferente al que conocía. Era un lugar lleno de colores, de formas, de sonidos. Era un lugar donde todo parecía posible. Era un lugar donde la magia existía.

           Luis sintió una atracción irresistible por el portal. Quería saber qué había al otro lado. Quería explorar ese mundo desconocido. Quería escapar de su realidad gris y aburrida.

            Sin pensarlo dos veces, Luis se acercó al portal y lo atravesó.

            En ese momento, todo cambió.

         Luis se encontró en medio de un bosque encantado. El suelo estaba cubierto de flores de todos los colores. Los árboles eran altos y frondosos, y sus ramas se entrelazaban formando arcos y túneles. Los pájaros cantaban melodías dulces y armoniosas. El aire olía a miel y a fruta.

          Luis se sintió maravillado por la belleza del lugar. Se sintió libre y feliz. Se sintió vivo.

            Pero no estaba solo.

          A pocos metros de él, había una figura que lo observaba con curiosidad. Era una niña de unos diez años, con el pelo rubio y los ojos azules. Llevaba un vestido blanco con flores bordadas, y unas alas transparentes le salían de la espalda. Era un hada.

            El hada se acercó a Luis y le sonrió.

            -Hola -dijo con una voz dulce-. ¿Quién eres? ¿De dónde vienes?

         -Hola -respondió Luis, sorprendido-. Me llamo Luis. Vengo de... de otro mundo.

           -¿De otro mundo? -preguntó el hada, intrigada-. ¿Cómo has llegado hasta aquí?

          -Por el portal -dijo Luis, señalando el círculo de luz que aún permanecía abierto-. Estaba en una iglesia, y encontré un libro que hablaba de la Vera Cruz. Y debajo del Cristo, había un portal que me trajo aquí.

         -¿La Vera Cruz? -repitió el hada, asombrada-. ¿El libro que tienes en la mano?

            -Sí -dijo Luis, mostrando el libro-. ¿Lo conoces?

        -Claro que lo conozco -dijo el hada-. Es el libro más antiguo y más poderoso que existe. Es el libro que contiene el secreto de la Vera Cruz.

            -¿Y cuál es el secreto? -preguntó Luis, impaciente.

        -El secreto es... -empezó a decir el hada, pero se interrumpió al oír un ruido.

          Era un rugido.

          Un rugido terrible y amenazador.

          Un rugido que provenía del otro lado del portal.

          Un rugido que anunciaba la llegada de algo malvado.

                                                       Capítulo III

         Luis y el hada se quedaron paralizados al oír el rugido. Era un sonido que les heló la sangre. Era el sonido de un dragón.

         Un dragón enorme y feroz, con escamas rojas y negras, con garras afiladas y colmillos venenosos, con alas desplegadas y fuego en la boca. Un dragón que había seguido a Luis desde su mundo, atraído por el poder del libro. Un dragón que quería el secreto de la Vera Cruz.

         El dragón atravesó el portal con un salto y aterrizó en el bosque encantado. Con un movimiento de su cola, arrasó varios árboles y flores. Con un soplido de su aliento, incendió una parte del bosque. Con un rugido de su voz, hizo temblar la tierra.

          Luis y el hada se escondieron detrás de un árbol, aterrorizados. El dragón los había visto y se dirigía hacia ellos, dispuesto a devorarlos.

          -¿Qué vamos a hacer? -preguntó Luis, asustado.

          -No lo sé -respondió el hada, nerviosa-. No tenemos armas ni magia para enfrentarnos a él.

          -¿No hay nadie que pueda ayudarnos? -preguntó Luis, desesperado.

          -No lo creo -dijo el hada, triste-. Este bosque está muy lejos de cualquier poblado o castillo. Estamos solos.

          -No puede ser -dijo Luis, angustiado-. Tiene que haber una forma de escapar.

          -Mira -dijo el hada, señalando el libro-. Tal vez el libro tenga alguna pista. Tal vez el secreto de la Vera Cruz sea la clave para derrotar al dragón.

          -Pero no podemos leerlo -dijo Luis, frustrado-. Está escrito en un idioma desconocido.

          -Pero yo sí puedo leerlo -dijo el hada, sorprendiendo a Luis-. Soy una hada de la sabiduría. Puedo leer cualquier idioma que exista.

          -¿En serio? -preguntó Luis, esperanzado.

          -Sí -dijo el hada, confiada-. Dame el libro y déjame ver si encuentro algo útil.

          Luis le entregó el libro al hada y esperó con ansiedad. El hada abrió el libro y empezó a pasar las páginas con rapidez. Sus ojos se iluminaban cada vez que encontraba algo interesante. Sus labios murmuraban palabras incomprensibles para Luis.

          Mientras tanto, el dragón se acercaba cada vez más. Su sombra cubría el cielo. Su olor llenaba el aire. Su ruido ensordecía los oídos.

          Luis miraba al dragón con pavor. No sabía cuánto tiempo podrían resistir. No sabía si el hada encontraría algo a tiempo. No sabía si podrían salir vivos de esa situación.

          Pero no se rendía.

          Tenía fe en el hada.

          Tenía fe en el libro.

          Tenía fe en el secreto de la Vera Cruz.

 Capítulo IV

         El hada encontró lo que buscaba. En una de las últimas páginas del libro, había una ilustración que le llamó la atención. Era una ilustración de la Vera Cruz, la cruz donde murió Jesucristo. Pero no era una cruz normal. Era una cruz mágica.

          La cruz tenía cuatro brazos iguales, terminados en tres puntas cada uno. Cada brazo tenía un color diferente: rojo, verde, azul y amarillo. Cada color representaba un elemento: fuego, tierra, agua y aire. Y cada elemento tenía un poder: calor, fuerza, fluidez y movimiento.

          El hada leyó la leyenda que acompañaba a la ilustración. Era una leyenda que explicaba el origen y el secreto de la Vera Cruz.

          Según la leyenda, la Vera Cruz había sido creada por Dios para salvar a su hijo de la muerte. Dios había dotado a la cruz de los cuatro elementos y los cuatro poderes, para que pudiera proteger y sanar a Jesucristo. Pero los hombres no se dieron cuenta de la magia de la cruz, y la trataron como un objeto cualquiera. La partieron en pedazos y la repartieron por el mundo.

          Con el tiempo, los pedazos de la cruz fueron olvidados o perdidos. Solo unos pocos sabían de su existencia y de su poder. Entre ellos, estaba el autor del libro que Luis y el hada tenían en sus manos. Era un sabio que había dedicado su vida a estudiar y buscar los fragmentos de la Vera Cruz. Y había descubierto algo increíble.

          Los fragmentos de la Vera Cruz no solo tenían poder en el mundo de los hombres. También tenían poder en otros mundos. Mundos paralelos, donde existían seres y cosas que los hombres no podían imaginar. Mundos como el que Luis y el hada habían atravesado por el portal.

          El sabio había encontrado la forma de abrir portales entre los mundos, usando los fragmentos de la Vera Cruz como llaves. Había viajado por muchos mundos, buscando más fragmentos y más secretos. Y había dejado pistas en su libro, para que otros pudieran seguir sus pasos.

          Pero no todos los que seguían sus pasos eran buenos. Algunos eran malvados, y querían usar el poder de la Vera Cruz para fines oscuros. Como el dragón que perseguía a Luis y al hada.

           El dragón era uno de los enemigos del sabio. Era un ser maligno que había robado uno de los fragmentos de la Vera Cruz, el del elemento fuego. Con él, había aumentado su poder y su maldad. Y había jurado vengarse del sabio y de todos los que tuvieran relación con él.

          Por eso, cuando el dragón vio a Luis entrar en la iglesia con el libro del sabio, lo siguió sin dudar. Quería arrebatarle el libro y el fragmento que ocultaba el Cristo. Quería tener todos los fragmentos de la Vera Cruz y dominar todos los mundos.

          Pero no iba a conseguirlo.

          Porque el hada tenía un plan.

          Un plan para usar el secreto de la Vera Cruz contra el dragón.

 Capítulo V

         El plan del hada era sencillo, pero ingenioso. Consistía en usar el fragmento de la Vera Cruz que ocultaba el Cristo, el del elemento agua, para apagar el fuego del dragón y debilitarlo. Para ello, necesitaban dos cosas: el libro y el paño blanco.

          El hada le explicó el plan a Luis y le pidió que confiara en ella. Luis asintió con la cabeza y se preparó para actuar.

          El hada abrió el libro en la página donde estaba la ilustración de la Vera Cruz. Con su dedo, tocó el brazo azul de la cruz, el que representaba el agua. Al hacerlo, el libro se iluminó y empezó a vibrar. El hada sintió una corriente de energía que recorría su cuerpo. Era el poder del fragmento de la Vera Cruz.

          El hada cerró el libro y se lo guardó en el bolsillo. Luego, cogió el paño blanco que había cubierto al Cristo y lo extendió entre sus manos. El paño también se iluminó y empezó a vibrar. El hada sintió que el paño se humedecía y se llenaba de agua. Era el efecto del fragmento de la Vera Cruz.

          El hada le hizo una señal a Luis y le pasó el paño. Luis lo cogió con cuidado y lo enrolló alrededor de su brazo. El paño estaba frío y mojado, pero no goteaba ni manchaba. Era un paño mágico.

          Luis y el hada salieron de su escondite y se enfrentaron al dragón. El dragón los vio y soltó una carcajada burlona.

          -¿Qué hacéis aquí, ratones? -dijo el dragón con voz ronca-. ¿Venís a ofrecerme vuestro libro y vuestro trapo? ¿O venís a morir?

          -Ninguna de las dos cosas -dijo el hada con valentía-. Venimos a derrotarte.

          -¿A derrotarme? -repitió el dragón con incredulidad-. ¿Con qué? ¿Con vuestra debilidad y vuestra ignorancia?

          -No -dijo Luis con firmeza-. Con esto.

          Y diciendo esto, Luis lanzó el paño blanco hacia la boca del dragón.

        El dragón no se esperaba ese movimiento. Abrió la boca para escupir fuego, pero solo consiguió tragar agua. Mucha agua. Tanta agua que le llenó los pulmones y le ahogó la garganta.

          El dragón se atragantó y tosió. Intentó respirar, pero no pudo. Intentó escupir, pero tampoco pudo. El agua le bloqueaba las vías respiratorias y le impedía usar su arma más poderosa: el fuego.

          El dragón se retorció de dolor y de rabia. Se dio cuenta de que había caído en una trampa. Se dio cuenta de que había subestimado a sus enemigos. Se dio cuenta de que había perdido.

          Luis y el hada aprovecharon la oportunidad. Corrieron hacia el portal y lo atravesaron. Volvieron a la iglesia, donde estaba seguro y tranquilo.

          El portal se cerró detrás de ellos.

          El dragón quedó atrapado en el otro mundo.

          El secreto de la Vera Cruz los había salvado.

 Capítulo VI

        Luis y el hada habían escapado del dragón, pero no habían terminado su aventura. Aún tenían el libro y el fragmento de la Vera Cruz, y querían saber más sobre ellos. Querían descubrir los otros mundos y los otros secretos que el libro guardaba.

        Así que decidieron seguir las pistas del sabio y buscar los demás fragmentos de la Vera Cruz. Para ello, necesitaban viajar por el mundo de los hombres y por los mundos paralelos. Necesitaban enfrentarse a los peligros y a los enemigos que se interpusieran en su camino. Necesitaban ser valientes y astutos.

          Pero no estaban solos.

          Tenían el libro y el fragmento de la Vera Cruz, que les daban poder y protección. Tenían el paño blanco, que les servía de arma y de herramienta. Y tenían su amistad, que les daba confianza y alegría.

          Juntos, formaban un equipo imparable.

          Juntos, vivieron muchas aventuras.

          Juntos, encontraron el secreto de la Vera Cruz.

          ¿Quieres saber cuál era el secreto?

          Pues te lo voy a decir.

          El secreto era...

          ...que la Vera Cruz no era solo una cruz.

          Era una llave.

          Una llave que abría la puerta al cielo.