Vías de comunicación
Desde su
fundación en 1503 hasta mediado del siglo XIX, Villamartín ha tenido cuatro
vías de entradas/salidas fundamentales que confluían todas en la Plaza, ese
cruce de caminos como se le conoce a la Villa.
Desde ese
punto de partida y salida se iba y venía a Sevilla, a Utrera, a El Coronil y a
Montellano por la calle Mesones (hoy calle Los Hierros); a Bornos, a Arcos y a
Jerez por la calle San Sebastián (hoy calle El Santo); y por la calle
Concepción (hoy calle San Juan de Dios) se iba, a la izquierda a la altura del
convento de San Juan de Dios, al pago de la Mediana, siguiendo la calle
Concepción y vadeando el arroyo Sarracín por la fuente Vieja se iba a Puerto
Serrano, a la derecha de la antigua fábrica de harina se iba a Zahara y
siguiendo el curso del arroyo Sarracín se iba a Algodonales; a la fortaleza de
Matrera, Almajar y a las salinas de Hortales se iba por la calle Toledano (hoy
calle La Botica).
De estas
cuatro vías, dos eran importantísimas para el desarrollo global de la
población, la de la calle Los Mesones que es por donde entra la Cañada Real de
Sevilla a Gibraltar y la de la calle San Sebastián que es el Camino de Bornos.
Al estar Villamartín asentado en la margen izquierda del río Guadalete y estando
en la zona de la margen derecha las poblaciones con que más nos comunicábamos,
no teníamos más remedio que a pie, en carro, a caballo o en mulas vadear el río
Guadalete y éste creaba casi todos los años por el invierno a los vecinos ribereños y a los viajeros en general un problema porque
se desbordaba o producía grandes avenidas de agua. Villamartín quedaba
prácticamente incomunicada. La solución estaba en la construcción de un puente
sobre el río Guadalete; esta solución nos parece la más acertada hoy, pero para
aquella gente tener un puente estable y permanente con las envestidas de los
desbordamientos y avenidas de agua era una utopía.
Un remedio a
este inconveniente lo propinó Juan de Toro Rosa en el año 1859 estableciendo
una barca en el río Guadalete a fin de facilitar el pasaje del público en la
pasada de Sevilla. Llegó a pedir autorización a la Alcaldía para la apertura,
pero ésta le dijo que no necesitaba autorización ya que era un ramo de
industria tan libre como cualquier otro, eso sí, que diera conocimiento a la
Alcaldía para que como medida de policía urbana pueda reconocerla y ver si
reunía las condiciones de seguridad que eran indispensables.
Mientras
esto ocurría, ya en los corrillos políticos locales así como en la Corporación
municipal se oía y hablaba de la carretera de Primer Orden que había de partir
de Jerez a Hardales (Ardales, hoy) pasando por Villamartín uniendo las
provincias de Cádiz y Málaga según proyecto basado en la Ley de 7 de mayo de
1851 (Ley ARTETA) que clasificaba las carreteras de la Península en generales,
transversales, provinciales y locales, marcando el punto inicial legislativo
sobre esta materia en nuestra Patria.
Conocido el
proyecto de la carretera de Primer Orden a su paso por Villamartín, a la
Corporación municipal no le gustó que ésta no entrara por el centro del pueblo,
como era normal en aquella época, así que el 22 de abril de 1858 la Corporación
acordó dirigirse al Sr. Gobernador manifestándole la necesidad de variar la
carretera trazada para que entrara por la pasada de Sevilla. Con esto no tenía
más remedio que tomar la Cañada Real de Sevilla y entrar en el pueblo por la
calle de Los Mesones.
Dos años
después, nuestro vecino Juan de Toro Rosa, el de la barca en la pasada de
Sevilla, solicitó del Ayuntamiento tres fanegas de tierras en cada una de las
márgenes del río Guadalete porque decía que las necesitaba para el buen
servicio del pasaje. Esta solicitud fue denegada porque los terrenos que pedía
pertenecían a particulares.
No había
pasado medio año cuando en el 1861 este mismo señor pedía nuevamente terrenos
en la parte ulterior del río para que sirviera de apeadero y de punto de
entrada y salida, beneficio que él recibía pero que repercutiría en lo que él
decía hacer al público. Además de Juan de Toro Rosa, existían a lo largo del
río Guadalete otros nadadores o vadeadores como José de la Cruz, Juan Moreno
Morato, Antonio Rubio, Ignacio de Troya, Jerónimo Márquez y Francisco Medina;
éstos pidieron al Ayuntamiento que les señalara la retribución que a los
pasajeros debían exigir y los autorizara como tales vadeadores dándolos a
conocer bajo este empleo.
Esta petición también fue denegada porque era una industria libre la que ejercían y que podían seguir ejerciéndola del mismo modo sin que el Ayuntamiento debiera intervenir en designar los honorarios, pues eso sería establecer la tasa, que se encontraba prohibida por ley y, además, al autorizarlos como deseaban excluían a cualquier otro que a la misma industria quisiera dedicarse.
Esta petición también fue denegada porque era una industria libre la que ejercían y que podían seguir ejerciéndola del mismo modo sin que el Ayuntamiento debiera intervenir en designar los honorarios, pues eso sería establecer la tasa, que se encontraba prohibida por ley y, además, al autorizarlos como deseaban excluían a cualquier otro que a la misma industria quisiera dedicarse.
La entrada
de la carretera de primer orden de Jerez a Hardales por la pasada de Sevilla
fue desestimada, pero la idea de que dicha carretera atravesar el pueblo
pasando por el punto exacto del cruce de caminos, es decir, La Plaza, no
decaía; por eso en noviembre de 1863 se hizo una petición al Sr. Ministro de
Fomento de la nación solicitando una rampa y un puente permanente o fijo por
donde cruzara la susodicha carretera. Dicha petición fue reenviada al Sr.
Gobernador provincial que era quien tenía las atribuciones sobre el tema. La
rampa debía partir de la salida de la calle de San Sebastián (El Santo),
vulgarmente llamado Alto del Santo, bajando por el Camino de Bornos hasta el
sitio de la Tenería para empalmarla con la carretera en construcción. Con
respecto al puente permanente o fijo le comunicaron a la Corporación que no
había lugar la petición de dicho puente porque la empresa constructora debía
construirlo como parte de dicha carretera.
A primero de
mayo de 1864 llegaron los resultados de la anterior petición lamentado no poder
concederse como deseaba la Corporación en razón a que debiendo continuar la vía
en construcción hasta la provincia de Málaga, había de pasar lindando con la
población por la plaza llamada de Oriente (hoy desaparecida por la zona de El
Tacón), en la cual podía establecerse un punto de partida tan cómodo y fácil
cual se necesitaba para los carruajes que transitaran por el expresado camino.
En vista de lo anterior la Corporación solicitó que en atención a que había de
seguir el arrecife se anticipara la continuación de la vía al menos hasta la
citada plaza de Oriente, toda vez, que era obra que se había de hacer al fin,
que podría tener la extensión cuanto más de 200 m.; de este modo se conseguía
que sin el gasto de la rampa se proporcionara al pueblo la comodidad que
correspondía en el servicio de la vía. Haciéndole sentir el beneficio que de
otro modo sería estéril o nulo, si se tenía en cuenta que la carencia del
puente proyectado en el peligroso río Guadalete invadeable una buena parte del
año, había de ser un motivo que aumentara las dificultades.
El 29 de
agosto de 1865 se reunió el cabildo en sesión extraordinaria para reclamar del
Ministro de Fomento, que la carretera de primer orden que partía de Cádiz a Málaga
en el trozo que quedaba aun por concluir entre Villamartín y Montejaque, se
dirigiera por Prado del Rey, El Bosque, Benamahoma y Grazalema, respondiendo
así a la invitación que se hacía por el Gobierno provincial para que los
pueblos comprendidos en la sección que abrazaba aquel proyecto, emitieran su
opinión o parecer sobre cual de los dos trazados hechos hasta ahora era más conveniente
a la continuación de dicha carretera. El Ayuntamiento conferenció sobre el
particular, y recordó que en julio del año pasado de 1863 se solicitó por una
gran parte de los vecinos de este pueblo lo mismo que ahora se proponía;
considerando que era de indispensable conveniencia la dirección de la vía por
los citados pueblos, la cual había de beneficiar extraordinariamente a éste con
la exportación mayor y más fácil que dará a sus productos naturales en el más
crecido número de poblaciones que había de recorrer comparadas con las que se
encuentran en la casi desierta vía de Algodonales; y teniendo presente otras
varias consideraciones generales y particulares que hablaban en pro de ese
trazado. Acordaron presentar la solicitud Sr.
Ministro de Fomento reclamando la dirección de la indicada carretera por los
pueblos designados más arriba.
Para saber
más sobre la carretera de primer orden de Jerez a Ardales podéis consultar mi libro digital “Las vías pecuarias de
Villamartín (Cañadas, caminos y carreteras)” que podéis descargar en la
Historia nº 77 de este blogpots; y en el libro “Apuntes para una memoria sobre la mejor dirección que deba darse a el trazado
de la carretera de Villamartín Ronda sección de la de primer orden que ha de partir
de Jerez a Hardales uniendo las provincias de Málaga y Cádiz” que podéis
descargar pinchando aquí.
La carretera
hasta Villamartín se terminó y el puente permanente o fijo se terminó también,
pero lo que no terminó fueron las embestidas que el río Guadalete con sus
desbordamientos y avenidas de agua golpeaban al puente, haciendo que éste se tambaleara
y partiera varias veces dejando incomunicada a la población. Como veis el
oficio de vadeador, que comenzó en las fechas que he indicado más arriba, no
acababa de decaer ya que las reparaciones que se hacía al puente duraban mucho.
Al lado de este puente, que se construyó para la carretera Jerez a Ardales y no
de Las Cabezas de San Juan a Ubrique aun sin comenzar, y en la pasada de
Sevilla continuaban las barcas de pasajes que eran lanchas grandes y planas que
se utilizaban para atravesar el río, palmeándola por medio de un andarivel. A
veces este andarivel con las riadas se partía y dejaba a la deriva a las barcas
de pasajes. No es de extrañar que estos episodios calaran en los pasajeros y
saliera de éstos el dicho, que no refrán o proverbio, “en Villamartín te espero si la soga no se rompe”.